La Palma es una de las islas con mayor riqueza arqueológica del Archipiélago. Entre los yacimientos palmeros, destaca la necrópolis de La Cucaracha, en Mazo; uno de los más enigmáticos e interesantes de la antigua Benahoare.
Según recoge el arqueólogo Jorge Pais en sus redes sociales, “la inmensa mayoría de los restos humanos recuperados en las excavaciones de 1963, 2013, 2014 y 2018 estuvieron expuestos al fuego, lo cual habla de la práctica de la cremación entre la población Benahoarita”.
Además, “las vasijas de barro recuperadas nos indican que fue utilizada durante cientos de años que abarcan las fases cerámicas I, IIa, IIb, IIIa y IIIb, como mínimo” señala.
Entre los materiales más importantes destacan una serie de bloques de lava, de muy diferentes tamaños, en cuyo interior aparecen fragmentos óseos humanos. Este tipo de vestigios, únicos en la arqueología de Canarias, plantean una serie de hipótesis sobre su formación:
1) Los bloques se formaron durante el proceso de la cremación
2) Se crearon al verse afectada la necrópolis por una erupción volcánica en los alrededores
3) se formaron muy lejos del lugar donde se produjo el hallazgo y tras su creación fueron traslados a este lugar muy próximo a la costa del cantón de Tigalate.
Estos restos, que estuvieron depositados durante mucho tiempo en el Taller de Cerámica “El Molino”, fueron entregados al Museo Arqueológico Benahoarita, previamente a su apertura en 2007. Algunos de esos materiales han formado parte de la exposición permanente, así como en la temporal que actualmente puede visitarse. También se puede encontrar información sobre este yacimiento, acompañado de algunos objetos originales, en el Centro de Visitantes del Parque Arqueológico de Belmaco (Villa de Mazo).