El 🔭Telescopio Nazionale Galileo contribuye a revelar los 🌌secretos escondidos en el viento de Venus🪐

El 🔭Telescopio Nazionale Galileo contribuye a revelar los 🌌secretos escondidos en el viento de Venus🪐

A pesar de estar cerca de la Tierra y tener casi su mismo tamaño, Venus es otro mundo. Debajo de su espeso manto de nubes de ácido sulfúrico, la temperatura en la superficie es de 460 grados centígrados. Esta temperatura se mantiene por el efecto invernadero de una atmósfera prácticamente solo de dióxido de carbono. A unos setenta kilómetros más arriba, nos vamos a encontrar con una tormenta perpetua con vientos que son producidos por lo que los astrónomos denominan ‘superrotación de Venus’.

 El instrumento NICS, la cámara que observa en el infrarrojo cercano instalada en el Telescopio Nazionale Galileo, ha contribuido a obtener el perfil más completo de los vientos de Venus paralelos al ecuador en la parte baja de la capa de nubes de este planeta. Las imágenes que muestran la noche de Venus fueron sacadas entre el 11 y el 13 de julio de 2012, mismos días en que la sonda Venus Express de la Agencia Espacial Europea observó en luz ultravioleta la parte superior de esta capa. Uno de los resultados principales de estas dos observaciones fue la medición simultánea de la velocidad del viento a dos alturas diferentes separadas por 20 km. Los científicos registraron una diferencia en la velocidad del viento de unos 150 km/h, soplando con más fuerza en la parte alta de las nubes.

Este resultado nos da una importante información sobre cómo se transfiere la energía desde las capas inferiores de las nubes para alimentar la superrotación de la atmósfera.

 Al parecer los vientos se aceleran a medida que ascendemos a altitudes cada vez mayores. La temperatura a nivel del suelo alcanza los 460 grados centígrados y produce una radiación infrarroja que calienta el aire y hace que suba. Esta radiación atraviesa las regiones más transparentes aproximadamente a 48 kilómetros sobre la superficie. Cuando se observa a Venus en el infrarrojo, esta luz se emite desde la superficie, y las siluetas de las nubes, opacas y oscuras, se hacen visibles.

Observando y siguiendo las nubes a intervalos de una hora, y utilizando una técnica de seguimiento, los investigadores calcularon indirectamente la velocidad del viento que empuja esas nubes, alrededor de 216 km/h en la parte inferior de la capa de nubes y en latitudes intermedias, disminuyendo a la mitad más cerca de los polos. También rastreando estas nubes se calcularon velocidades del orden de 360 km/h. Otros estudios indican que la velocidad del viento en la parte mas baja de las nubes es casi constante, sin diferencias significativas entre el día y la noche. Gracias a estos resultados los científicos pudieron asumir que la velocidad del viento registrada en el lado nocturno es la misma en las capas inferiores de la atmósfera del lado diurno.

 

Este estudio también demuestra que las observaciones realizadas desde la Tierra complementan los datos sacados al mismo tiempo por las misiones espaciales. A pesar de la menor resolución espacial, debido a la distancia entre nuestro planeta y Venus, en general es posible tener una visión global de nuestro vecino, que en comparación las sondas espaciales, debido a sus órbitas, no siempre pueden obtener.

 Venus visto en el infrarrojo cercano con la cámara NICS instalada en el Telescopio Nazionale Galileo. Esta secuencia demuestra el proceso de sustracción del brillo del lado diurno de Venus para que los detalles del lado nocturno sobresalten y que puedan ser analizados. Las áreas oscuras en el lado derecho de la primera y la tercera imagen son nubes, mientras que las áreas brillantes son regiones menos opacas a través de las que la radiación térmica (o infrarroja) puede escapar de la superficie del planeta. Imágenes obtenidas el 11 de julio de 2012.

 Superficie de Venus, observada por la sonda Magellan, de la NASA, que cartografió toda la superficie delplanetamedianteunradaraprincipiosdeladécadade 1990. Sepuedenverevidenciasdeactividadvolcánicaycráteres deimpacto.

 Este trabajo fue realizado por un equipo dirigido por Pedro Machado, Instituto de Astrofísica e Ciências do Espaço (Lisboa)

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